La historia de progreso en la vida de Alexis.
“Señor, ¿me permite que le limpie el parabrisas?”. Esa frase sacó del letargo mental en el que se encontraba Jorge Luis Borge mientras esperaba dentro de su auto que el semáforo cambiara a verde. Acto seguido, comenzó a observar a ese chico de veintipico que, con el mismo respeto con el que se había dirigido hacia él, intentaba recibir algo más que el rechazo del resto de los automovilistas. Y entonces no dudó. Antes de arrancar, le dejó su tarjeta con una invitación: “Si te interesa trabajar, llamame”.
“Vi algo distinto en Alexis y le dejé mi tarjeta –rememora Borge–. Yo de ahí me iba a una reunión de trabajo. Cuando salí de esa reunión tenía once llamadas perdidas desde un teléfono público. Por suerte hubo una siguiente llamada. Era él. Lo primero que me preguntó fue si no le estaba mintiendo. Le dije que no. A los pocos días ya estaba trabajando.”
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